La irritabilidad del cristiano es una contradicción, pero desafortunadamente el título es el apropiado. Debido a que es un problema muy común en nuestros días, he hablado sobre esto ampliamente en otros lugares, así como de la identificación de una solución. Hoy existe tanta gente de Dios profundamente irritable y que se ofende con tanta facilidad.
Nos guste o no, estas son señales de inmadurez espiritual.
¿Te ofendes rápidamente al escuchar o leer algo que va en contra de tus puntos de vista o que está enunciado de una manera distinta a como tú lo harías?
¿Interpretas que existen los peores motivos posibles detrás de lo que otros dicen o escriben?
¿Chillas y te quejas cuando ves o lees algo que sientes que no es apropiado? (No me estoy refiriendo a vulgaridades).
¿Sacas la espada cada vez que alguien dice o escribe algo que te molesta?
Si tienes la intención influenciar a la gente con la vida de Cristo, no te puedes dar el lujo de ser susceptible. Si tienes la intención de entrar más profundamente en las cosas de Dios, es necesario trascender a las susceptibilidades.
Jesucristo no es irritable ni se ofende fácilmente (1 Pedro 2:21-23). Y Él vive dentro de ti con todos los recursos del cielo.
La mitad de la batalla es estar consciente de esto. Si reconoces que te ofendes fácilmente, reconócelo delante del Señor. Luego, espera que Él te alerte en los momentos en que te veas tentado a reaccionar con rencor.
Es el momento oportuno para que surja una tribu de seguidores de Jesús, una tribu que se rehuse a ceder ante los impulsos juveniles de ofenderse de manera innecesaria o de ir tras sus hermanos con antorchas y horquillas.
En este sentido, es imposible afferrarse la espada mientras sujetamos la mano de Aquel que fue crucificado.